domingo, 2 de septiembre de 2007

Insomnia


Alguien ronca tras la pared. Es un ronquido regular, constante. No me deja dormir. Lleva ahí más de dos horas.
Imagino su cara, la boca abierta, el hilo de saliva abriéndose camino hacia la almohada, y siento envidia. Porque se encuentra en un lugar al que yo no podré llegar esta noche. No hasta que el primer rayo de sol asome, y para eso faltan todavía muchas horas. No quiero pensar cuántas. Me dan ganas de taparle el rostro con la almohada... y apretar. Que se calle. Ya. Que no me torture más con su sueño.
Que me deje en paz.
Yo también quiero dormir.
Examino con un perfeccionismo casual todas las razones que podrían impedirme hacerlo, y no encuentro ninguna. Vuelvo a repasar la lista vacía mientras cambio de postura. Nada.
Y mientras doy una nueva vuelta, sigo escuchando la cadencia de ese ronquido, que me parece infinita.
Con una mano en el interruptor, enciendo y apago la luz varias veces. Observo las sombras en la pared. Y escucho el silencio de la noche, invadido por el ladrón de sueños.
Tomo otra pastilla. Quizá me ayude a encontrar una razón para dormir, ya que no encuentro ninguna para no hacerlo. Doy la vuelta a la almohada y cierro los ojos. Escucho.
Parece que el ladrón se ha marchado. Ya ha robado todos los sueños de mi edificio. Ya los ha expulsado todos por esa boca grande y negra como el fin del mundo.
Abro los ojos. Miro a mi alrededor pero no veo nada. Pienso. No pienso. Trago con esfuerzo. Cierro los ojos.

..................................

Alargo mi mano y en la oscuridad de la noche, te toco. Sé que no estás ahí, pero con los ojos cerrados te siento desnuda, hermosa.
Sientes mi mano y tu piel se eriza. Puedo incluso distinguir un pequeño movimiento de tus piernas. Oigo un roce contra la sábana. Y un gemido sordo, ahogado en la oscuridad que nos protege.
No quiero abrir los ojos. Tengo miedo de que desaparezcas. No quiero dormir. Sé que esta noche no soñaré contigo.
Te acercas a mí. Sólo un poco. Buscas mi calor y tu aliento hace fluir mi sangre hacia un lugar secreto. Lo notas, y sin despertarte, me tocas.
Ahora no quiero despertar de este sueño despierto. Si consigo mantenerte así, sin respirar, durará siempre.
Acerco mi mano a tu seno y lo acaricio. Sé que te gusta, porque tu corazón empieza a latir más fuerte y tu respiración se acelera. Adoro tu seno perfecto. Adoro las curvas de tus piernas, que consiguen estremecerme cuando rodean mi cintura. Te adoro, toda tú.
Y adoro esa mano que me toca y se mueve al compás de mi respiración, cada vez más rápida. Tu pelo me hace cosquillas en el cuello. Tus uñas arañan mi espalda.
Y mis flujos se dirigen todos hacia ti, mi diosa, mi amor. Te mueves cada vez más rápido, apretándote contra mí, y yo... yo me ahogo en un gemido largo y profundo...
Abro los ojos. Noto mi mano húmeda en esta oscuridad que me envuelve pero no consigue retenerte. Tu recuerdo se aleja. Sólo por esta noche. Mañana, volverás otra vez a mi lado. Yo, al menos, te llamaré.

Cierro los ojos y siento llegar la luz de la madrugada mientras mi cuerpo, pesado, se rinde por fin al sueño.

0 comentarios:

Publicar un comentario